Bonos de Carbono para la siembra directa y la soja
Los gobiernos acordaron en el año 1997 el Protocolo de Kyoto, denominado de manera oficial como Convenio Marco sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas. El acuerdo entró en vigor el 16 de febrero de 2005, después que lo ratificaron 55 naciones que suman el 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero. En la actualidad el Convenio Marco cuenta con el respaldo de 166 países. El Protocolo de Kyoto incluye entre otros acuerdos, y como artículo 12, el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), que habilita a los países industrializados para adquirir certificados de reducción de emisiones, comprando acciones en proyectos que, supuestamente, secuestran o reducen las emisiones producidas. En la práctica, estos mecanismos habilitan a los países del hemisferio norte a contaminar en la medida en que inviertan bonos verdes en zonas captadoras de carbono, en los países del hemisferio sur.
En junio de 2005, el entonces Secretario de Medio Ambiente de la Argentina, Atilio Savino, en una reunión habida sobre Cambio Climático, recibió a las principales entidades que representaban a los productores sojeros y maiceros. En la misma reunión participó Hernán Carlino, jefe de la Oficina Argentina del Mecanismo de Desarrollo Limpio y presidente hasta hace unos meses de la mesa de acreditación de proyectos que aspiren a inversiones de los MDL de las Naciones Unidas. El funcionario explicó en ese encuentro las posibilidades que se generaban para los agrocombustibles a partir de la implementación del protocolo de Kyoto: “Al crearse una restricción del carbono, aparecen alternativas comerciales muy interesantes”, manifestó, alentando el optimismo de la audiencia agroempresarial. El Ingeniero Santiago Lorenzatti, Coordinador General de AAPRESID, por aquel entonces a cargo del Proyecto de certificación de la siembra directa, sacó a luz la gran preocupación que animaba a los sojeros cuando preguntó acerca de qué posibilidades había de proponer a los cultivos agrícolas industriales como una de las alternativas en materia de secuestro de carbono para poder entrar en el comercio de las emisiones. El funcionario Hernán Carlino respondió que “esa propuesta no contó hasta ahora con ‘socios’ internacionales de peso, pero se intentará reabrir el debate, dado el interés que reviste para el país, líder mundial en siembra directa”.
AAPRESID ha creado actualmente la marca registrada “Agricultura Certificada” cuyo titular es justamente el mismo Santiago Lorenzatti, quien en el 2005 preguntó sobre las posibilidades de que los monocultivos de soja entraran en el comercio de las emisiones. En el año 2008, Lorenzatti se anticipaba al futuro al manifestar: “Buscamos entrar al mercado de bonos de carbono, pero luego vimos que en el protocolo de Kyoto no estaba reconocida la siembra directa como actividad secuestrante (...) Se optó entonces por un esquema proactivo, apuntando a diferenciarse y a diseñar un protocolo para llegar a una certificación de las buenas prácticas contenidas en un sistema que la Argentina ha logrado exportar a otros países. Al cabo de 30 años de siembra directa, se comienzan a ver los frutos...Somos conscientes que adoptamos un sistema superador y sustentable. Hay que contabilizar que no más del 9% de la superficie mundial está bajo siembra directa; tenemos la oportunidad de posicionarnos para retener y capturar ese valor”.
En Julio de 2009, los lobbistas sojeros respaldados siempre por el Estado argentino y en particular por el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se ha producido un extraño ensamble funcionarial entre gente de las corporaciones, setentistas y estalinistas, parecen haber logrado al fin su objetivo. La Oficina de Naciones para el Cambio Climático acaba de introducir una nueva metodología para los créditos de carbono desde la agricultura, donde la siembra directa química y el cultivo de legumbres como la soja, serán reconocidas como secuestradores de carbono y tan solo por ese mérito entrarán en la gigantesca ruleta que se inaugurará a partir de fin de año con el comercio internacional de los Bonos de Carbono.
La gran diferencia entre el tratado de Kyoto y la próxima Conferencia sobre Cambio Climático que se realizará en el mes de diciembre en Copenhague, será que Estados Unidos habrá de aceptar, por primera vez, la necesidad de bajar las emisiones de dióxido de carbono. Recientemente, y casi en paralelo con la aprobación de la metodología de bonos de carbono para la siembre directa por parte de la Oficina de las Naciones Unidas, el Gobierno de Obama aprobó la Ley Climática “climate bill” o ley del clima. Esa legislación legitima y posibilita una ingeniería financiera monumental vinculada al mercado de los bonos de carbono. El New York Times refiere a un mercado de emisiones en que circulará un trillón de dólares y que sin lugar a dudas aportará a restablecer los equilibrios financieros. Es evidente que los políticos norteamericanos, en concertación con los lobistas de la industria biotecnológica, están haciendo lo posible para que la agricultura industrial sea la gran beneficiaria de los créditos de carbono, o sea, de los subsidios encubiertos para la siembra directa. Monsanto es la corporación que ha realizado mayores inversiones hasta la fecha en el lobby a los políticos que aprobaron el Climate Bill.
La prensa norteamericana anticipa que los nuevos escenarios a los que abre el mercado del carbono aplicado a la agricultura implican inversiones por un trillón de dólares y que el riesgo especulativo será importante. [1] Parte de esa especulación financiera, actualmente en crisis después de la debacle de los prestamos hipotecarios, conocidos como sub/prime, se reciclará con los bonos de Carbono. De hecho, las nuevas burbujas ya comienzan a constituirse en los nuevos mercados globales. El titular de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados norteamericana, Collin Peterson, en su reciente ponencia a los sojeros norteamericanos les dijo que con el climate bill el precio de los granos aumentara de 1.8% a 4.6%. [2]
¿Qué es lo que tendría que hacer un sojero argentino para reclamar próximamente bonos de Carbono y añadirlo a sus enormes ganancias actuales? Sorprendentemente, casi lo mismo que ha hecho durante los últimos 13 años. Los nuevos acuerdos solamente le requieren haber rotado soja y maíz en los últimos tres periodos, y que haya usado inoculantes, tales como los que recomienda habitualmente el INTA. Los productores deberán ofrecer asimismo datos fiables y verificables sobre la cantidad de área utilizada, al menos en los últimas tres rotaciones completas de maíz y soja. Los controles muy probablemente los hagan los mismos sojeros desde AAPRESID, o acaso se pergeñarán mecanismos perversos, desde la misma Mesa Redonda de la soja responsable que conducen las Corporaciones y sus socios nativos. O sea que, una vez más, los zorros cuidarán del gallinero.
Con los bonos de carbono y los recién aprobados mecanismos de desarrollo limpio, la agricultura química de siembra directa podrá iniciar su “revolución verde transgénica” en África y en otras partes del planeta, donde todavía los Agronegocios no son hegemónicos. De esa manera, y contra toda lógica de un discurso preocupado por los cambios climáticos, las Naciones Unidas están haciendo posible un avance sin precedentes en la mercantilización global de los alimentos y de la agricultura, y legitimando concentraciones abrumadoras de las cadenas agroalimentarias que permitirán gigantescos negocios corporativos. El próximo tratado de Cambio Climático a celebrarse en el próximo mes de Diciembre en Copenhague, si es que no podemos detenerlo, ahondará la extensa situación de desruralización, descampesinización y desterritorialización del mundo rural. Se incentivará hasta límites inimaginables la emigración forzosa hacia los países ricos y hacia las ciudades, se producirá el despoblamiento masivo de inmensos espacios del Planeta y un hacinamiento cada vez más gigantesco en todas las grandes urbes transformadas en megalópolis inmanejables y al borde siempre del colapso.
Por último, reafirmamos: que la Soberanía Alimentaria continúa constituyendo el eje principal de toda alternativa frente a las amenazas del modelo de los Agronegocios biotecnológicos; que es posible generar modelos productivos amigables con el entorno, que respeten los bienes comunes y que sean capaces de preservarlos para las próximas generaciones; que alimentarse se ha convertido de manera creciente en un acto político, un acto de conciencia, de insubordinación y resistencia, así como en una práctica que propicie redes rebeldes de comercialización a escala humana y de producciones familiares y de autosuficiencia alimentaria.
Grupo de Reflexión Rural
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[1]http://www.reuters.com/article/GCA-GreenBusiness/idUSTRE56C2WG20090713?pageNumber=2&virtualBrandChannel=0
[2] www.greenpacks.org/.../impact-of-amended-climate-bill-on-us-farms-‘tolerable’/
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