21/12/09
Por Fernando RovelliGRR Jujuy
Encuentro de Pueblos originarios y comunidades campesinas
Fuimos invitados los días 19 y 20 de Diciembre a la localidad de Calilegua a este encuentro que comenzó en la Intendencia del Parque Nacional una mañana ya cálida a las 9 hs. En la inmensa casona que supo ser de los Blaquier y que ahora ocupan los guardaparques como símbolo de las nuevas apropiaciones populares sobre los feudos ancestrales , me recibe un guardaparques que me habla de marxismo y del proletariado como sujeto histórico de la revolución , mientras nos enterramos literalmente en el barro de los senderos, entre la frondosa vegetación que nos cubre el sol y la lluvia cotidiana que nos amenaza como todos los santos días del estío tropical de estos parajes de selva y pobreza que no ha cambiado en siglos, como no han cambiado los escenarios sociales de un Jujuy entrañable y mágico que nos sobrevive y seguramente lo hará siempre; desde un tiempo inmemorial que cuenta los años de la selva interminable y no recuerda calendarios humanos, apenas la huella de los hombres en el reguero de sangre de un tiempo de luchas y derrotas .Calilegua, el corazón de las Yungas, donde el descuido y el abandono se disimulan rápidamente en la espesura vegetal que avanza cuando las noches son cálidas y las plantas crecen tanto que siempre triunfan sobre los machetes más filosos y los sueños se desvanecen en un territorio vegetal que los envuelve y los ahoga .
Estamos asistiendo a un encuentro de comunidades aborígenes de la zona para hacer un balance de sus luchas por la identidad y el territorio, para ver como resistimos al avance de las corporaciones sobre el monte y los cultivos ancestrales, para comprender como seguir los senderos de la vida sin extraviarnos en la espesura de la civilización que aquí nos duele y nos lacera en la misma carne de la memoria viva.
Estan aquí los wichis, los ocloyas, los guaraníes, los coyas, los chanés, ocho comunidades y faltan los que quedaron sin llegar por los cortes de los caminos que las intensas lluvias del estío no dejaron pasar. Y nosotros les hablamos de Copenhague, de los males del calentamiento global, de Vandana Shiva y nos miran y comprenden y veo en ellos el dolor de la ausencia de los pájaros, en sus cuerpos los huecos que deja el arranque de los grandes árboles abatidos por el desmonte, mientras amamantan algunas mujeres a sus hijos y las moscas nos acosan indiferentes al discurso y al cambio climático que nos esmeramos en presentar como el nuevo desafío de los tiempos .
Cada uno de los comuneros cuenta sus vivencias, cómo esa mañana llegaron las topadoras, cómo aquella tarde los funcionarios del gobierno les mintieron, cómo le rechazaron sus denuncias porque eran bolivianos, cómo no eran porque no tenían personería jurídica. Tratamos de explicarles la diferencia entre el derecho de propiedad y la posesión, de la importancia de proteger los cementerios, que es lo primero que arrasan las topadoras. Y nos hablan de sus abuelas de 87 años que disparan sus revólveres del calibre 38 contra las Toyotas de los capataces de las empresas, nos hablan de que están contentos porque paró el desmonte con las grandes lluvias y las máquinas no suben por la creciente. Un respiro para recordar los animales envenenados y los camiones cargados de madera y los alambres que cortan el monte y lastiman las pezuñas y alejan las corzuelas.
Y por la tarde nos vamos a una comunidad guaraní a intentar explicar la Ley de Bosques Nativos y el Plan de Ordenamiento Territorial, y callan y nos miran y nos dicen que han sembrado ya el maíz y el maní ,y les decimos que es tarde para el maní porque un poco más allá yo lo sembré durante años, y si se acercan las grandes lluvias la planta crece pero bajo la tierra es poco lo que crece, pero ellos igual están alegres porque han sembrado, han cumplido el rito inmemorial que los sostiene.
Y hablamos del GRR, de las semillas, de los males de la soja, de la lejana Copenhague, de Evo y la Madre Tierra, algún compañero les cuenta de los Derechos Humanos y de los Derechos de los Pueblos Originarios, y yo les digo que la tierra también tiene derechos, que nuestra madre está siendo violada y que hay que resistir, y una mujer nos dice que no tienen miedo porque ellos celebran los ciclos agrarios y agradecen siempre, y eso los hace fuertes y creo más que nunca que somos mejores porque buscamos la “tierra sin mal”.
Cae la tarde y los jejenes impiadosos nos sangran los ojos mientras cantamos y preparamos la comida, la sombra del árbol del mango nos protege y ya no hablamos casi de los bonos de carbono y de los agrocombustibles, en tanto que la hermana Lidia, de la comunidad guaraní , nos agradece y nos bendice.
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